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Bernardino González murió a los 29 años a manos de un sicario en la zona de Encarnación. Era uno de los autores del robo del Cessna 182

Lo que sucedió a principios de diciembre en una cancha de vóley cerca de la ciudad de Encarnación, en Paraguay, fue la escena sangrienta que le faltaba a la historia cinematográfica que arrancó con el robo de una avioneta en el aeroclub de Victoria, el 21 de febrero. Uno de los prófugos por aquel atraco, Bernardino González, fue acribillado por un sicario. Su muerte se suma a la de otro sospechoso, el instructor de paracaidismo rosarino Gabriel Quiroz, que se suicidó en su casa. Otros fueron detenidos por los investigadores de la División Robos y Hurtos de la Policía entrerriana: Darío Roas en medio de un procedimiento por narcotráfico en Misiones, Héctor De Lima, en la misma ciudad, al caer en la trampa con una cita a ciegas, y Darío Crocco poco después del asalto en Rosario. Aún permanecen dos prófugos: el paraguayo Daniel Sánchez Bareiro, y el posadeño Valentín Ramírez, alias El Ninja, de quien ahora se conoció que era un agente de inteligencia de la Prefectura echado en 2002.

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Aquella mañana de febrero, hace más de 10 meses, un grupo de hombres llegó al aeródromo de Victoria para celebrar una despedida de solteros de uno de ellos, a quien iban a tirar desde el aire en paracaídas. Ese era el argumento por el cual habían contratado el servicio del Cessna 182, pero ni bien llegaron le apuntaron con armas y redujeron al sereno, a dos paracaidistas y al piloto.

Se llevaron la aeronave hacia Paraguay, donde el Cessna iba a ser reacondicionado para el transporte de droga, pero el vuelo no salió de acuerdo a lo planeado. Cayeron en medio de los Esteros del Iberá, en Corrientes. Cuatro de los delincuentes (González, De Lima, Sánchez Bareiro y Ramírez), sobrevivieron milagrosamente, entre ataques de yacarés y otras alimañas. Tras ser atendidos en el hospital de la localidad de Carlos Pellegrini siguieron viaje rumbo al norte. En tanto que Crocco había sido arrestado poco tiempo después del robo, Quiroz apareció suicidado a fines de junio en su casa de Rosario, y Roas huyó en su vehículo hacia Misiones.
A Bernardino González se le había perdido el rastro. Evidentemente en Paraguay nadie lo buscaba, porque en la noche del domingo 3 de diciembre se encontraba como si nada junto a dos amigos tomando cerveza en la calle, frente a una cancha de vóley del barrio La Amistad, en el distrito de Cambyretá- Itapúa, una zona del gran Encarnación, frente a Posadas.
Pero el joven de 29 años no previó que además del pedido de captura nacional en Argentina e internacional de Interpol, lo buscaban otros enemigos del ambiente narco. A las 0.30 pasó una moto con dos hombres que abrieron fuego a mansalva con una pistola calibre 9 milímetros y una escopeta calibre 12. González cayó muerto prácticamente en el acto, al igual que su amigo Fidel Vigo Benítez, mientras que el tercero, Pedro Ocampo Benítez, sufrió varias lesiones pero sobrevivió.
Unos días después la Policía local detuvo al principal sospechoso del asesinato. Se trata de Luis Américo Delvalle, de 32 años, alias Secú, a quien la prensa de Encarnación apodó El psicópata asesino de Cambyretá. El comisario principal Braulio López dijo que Secú admitió su responsabilidad en el ataque, en el cual además de acribillar a las víctimas, degolló a González.
Este hecho se suma a las demás evidencias que vinculan el robo de la avioneta en Victoria al narcotráfico. La frontera de Posadas-Encarnación es una zona caliente para el ingreso de droga, principalmente marihuana, a Argentina, tanto por aire como por agua y tierra. Los rosarinos serían quienes aportaron el dato y la logística para el asalto, en sociedad con un jefe narco en Paraguay, que lógicamente no apareció en esta historia, sino que envió a sus soldados.
Un «Ninja» suelto
El personal de Robos y Hurtos sigue tras los pasos de los dos sujetos que aún permanecen prófugos por participar del robo de la avioneta. Uno de ellos fue integrante de una fuerza de seguridad federal. Se trata de Valentín Ramírez, un posadeño de 45 años, quien formaba parte del área de inteligencia de la Prefectura Naval Argentina.
Al Ninja lo habían dado de baja en 2002 por la llamada Operación Cerveza. Cayó detenido junto a otros dos prefecturianos por el contrabando de cigarrillos. Hacía cruzar la frontera la mercadería y la enviaba desde Misiones a Santa Fe y Buenos Aires.
Al parecer no se retiró, sino que siguió la carrera delictiva en el ambiente narco y se vinculó a la banda que dio el golpe en Victoria en febrero.
El otro que está libre es el paraguayo Daniel Sánchez Bareiro, oriundo de Pedro Juan Caballero, un lugar considerado el paraíso de los narcos, donde se produce la mayoría de la marihuana que se consume en América Latina.
Habrá que esperar para saber si sucederán nuevos episodios de película respecto del destino de estos dos prófugos. Los últimos dos, aparte del asesinato de González, habían dado que hablar. Héctor De Lima se encontraba en Posadas cuando comenzó a chatear por Facebook con quien pensaba que era una mujer. En setiembre, pautaron un encuentro en un hotel frente a la terminal de ómnibus de la capital misionera y ahí supo que la cita era con policías.
A mediados de octubre, personal de la Aduana en el puente a Encarnación secuestró seis kilos de cocaína al revisar una camioneta VW Amarok. Era de Darío Concepción Roas, a quien detuvieron poco después durmiendo en la casa de un amigo narco.

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