Argentina es el segundo país en el mundo con más casos reportados de bulimia, anorexia, y otros trastornos alimentarios: subieron un 30% a partir del 2020
La Argentina es el segundo país del mundo con más casos de trastornos alimentarios, después de Japón, según los datos de la Asociación de Lucha Contra Bulimia y Anorexia (Aluba), que además reveló en un informe que en el 70% de las mujeres del país no está conforme con su cuerpo; y que el 60% de las mujeres a nivel nacional quieren adelgazar.
Este 30 se conmemora el Día Internacional de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), y es una fecha que llama a reflexionar sobre este tema, ya que este flagelo, que afecta a todos los géneros, creció a partir de la pandemia: se estima que se incrementaron un 30% de los casos de quienes padecen algún tipo de trastorno alimentario, a causa de diversos factores, tales como el aislamiento, un mayor sedentarismo, las dietas estrictas o el consumo desmedido de productos que no contribuyen a una alimentación saludable; y también contribuyó a esta situación un mayor uso de las redes sociales, que muchas veces contribuyen a tener una mirada crítica y disociada de los cánones de belleza impuestos y condicionan la mirada que se tiene del propio cuerpo y de la imagen que devuelve el espejo.
Un tema preocupante en este sentido es que aumentó además el sobrepeso y la obesidad, no solo en adultos y jóvenes sino también, y de manera considerable, de niños, lo que muchas veces lleva a recurrir a regímenes alimentarios que son prescriptos ni acompañados por profesionales y que conducen a situaciones de bulimia o la anorexia; o la permarexia, que aparece cuando una persona está continuamente alimentándose a base de dietas hipocalóricas muy restrictivas por su miedo a engordar, alternando diferentes dietas milagrosas de forma permanente, para intentar acelerar el descenso de peso.
A mediados de este año, al reglamentarse en el país la Ley de Talles, la licenciada en Psicología Soledad Moreno, coordinadora general de Fundación Centro y auditora de la delegación de Entre Ríos, reflexionó sobre los efectos que generó la pandemia sobre las conductas alimentarias y comentó a UNO: “Al ser los trastornos alimentarios desórdenes psiquiátricos o emocionales, el encierro o el aislamiento durante la pandemia pusieron en evidencia la fragilidad o vulnerabilidad de algunas de las personas. Hubo quienes pudieron transitar con mas recursos emocionales este tiempo y otros que no. Aquellos que cuenta con pocos recursos propios y también menos redes de contención, posiblemente son los que han quedado más descuidados y han caído en esto de comer de más, sobre todo considerando que al inicio de la pandemia se fomentaba a cocinar y cocinar”.
A su vez, había dicho: “En algunos hubo algunos períodos de atracones, o de restricción alimentaria. Además, proliferó el uso de aplicaciones (App) bastante confusas. Hemos visto adolescentes o adultos, sin guía de profesionales que sepan, bajar algunas App para hacer actividad física y por ahí algunos se han ido a los extremos, fomentando un poco la obsesión que tienen en relación a las medidas, al cuerpo, a la comida. Todo esto desde el año pasado lo vemos más a la orden del día, son consultas y referencias que nos hacen los pacientes que están presentes en el discurso”.
Al llegar los días de temperaturas más elevadas, época en que se usa una vestimenta más liviana y más partes del cuerpo permanecen al descubierto, son muchas las personas que abordan algún tipo de dieta para ponerse en forma. Pero no siempre consultan a un profesional para esto y terminan incorporando hábitos que pueden ser peligrosos para la salud.
Entre las patologías alimentarias más difundidas, aparecen la bulimia o la anorexia, pero también aparecen muchas otras. La mayoría de estos trastornos se caracterizan por fijar excesivamente la atención en el peso, la figura corporal y la comida, lo que causa conductas alimentarias peligrosas, que pueden tener una repercusión considerable en la capacidad del cuerpo para obtener la nutrición adecuada y causar daños en el corazón, el aparato digestivo, los huesos, los dientes y la boca, y derivar en otras enfermedades.
La población más vulnerable es la preadolescencia y la adolescencia, etapas en las que los padres y allegados deben estar atentos a los primeros síntomas. Según publica el sitio mayoclinic.org, pueden ser omitir comidas o poner excusas para no comer, adoptar una dieta vegetariana demasiado restrictiva, centrarse excesivamente en la alimentación saludable; prepararse los alimentos, en lugar de comer lo que la familia come; alejarse de las actividades sociales normales, preocuparse o quejarse continuamente por estar gordo y hablar sobre cómo bajar de peso, mirarse con frecuencia al espejo para ver los defectos que se perciben, comer reiteradamente grandes cantidades de dulces o de alimentos con alto contenido de grasas; tomar suplementos dietéticos, laxantes o productos herbarios para bajar de peso, ejercitarse en exceso, tener callosidades en los nudillos por provocarse los vómitos; tener problemas de pérdida del esmalte dental, un posible signo de vómitos reiterados; ir al baño durante las comidas; durante una comida o refrigerio, comer una cantidad mucho mayor de lo que se considera normal; expresar depresión, enojo, vergüenza o culpa respecto de los hábitos de alimentación; comer a escondidas.
“Hay que prestar atención cuando hay un exceso de gimnasio y la onda fitness, de dietas muy estrictas, o una obsesión por comer saludable, que se ha puesto de moda. La delgada línea está en cuanto esto se vuelve una obsesión en la vida de las personas”, manifestó Moreno.
Para prevenir cualquier tipo de patología alimentaria, desde la Fundación Centro, que en Paraná tiene su sede en calle Courreges 456, intensifican su labor, ya que esta es una época donde crecen las consultas de padres preocupados por algún cambio de conducta de sus hijas o hijos y quieren asesorarse sobre bulimia o anorexia, o de personas que advierten que en sus propios hábitos los alejan de una vida saludable.