El pulso seco sorprendió y acabó por castigar los mejores números previstos.
La cosecha de maíz empezó con rindes de 100 quintales, lejos de los 110 que se estimaban como promedio de la zona núcleo antes de la ola de calor. Y en la Bolsa de Comercio de Rosario advierten que sigue la incertidumbre de cuánto afectó el calor al peso del grano.
“Marzo continuaría consolidando el actual patrón de lluvias. Permitirá un cómodo final de la gruesa y un buen comienzo de acumulación de humedad para la fina”, dice el consultor de la entidad, Alfredo Elorriaga.
Lo cierto es que a mediados de setiembre se proyectaba los 110 quintales por hectárea como promedio para la región núcleo. Y ahora son pocos los lotes que han podido cosecharse en la región, pero los primeros orillan los 100.
A mediados de setiembre, se proyectaba una producción de 13,9 millones de toneladas. Eso fue antes de la ola de calor y a pesar de que el cultivo cumplió etapas claves sin falta de agua, el estrés térmico ha generado incertidumbre respecto de cuánto podía verse afectado el peso de grano en el final del ciclo. Algunas zonas parecen haber escapado del este efecto “adelgazamiento”.
En cuanto al maíz tardío, y aunque la superficie en zona núcleo suele ser muy chica (8%) en comparación con el temprano, en esta campaña el cultivo cubre un 35% del total de hectáreas. Es que en el 2023 las lluvias llegaron tarde, a finales de octubre, y con los pésimos resultados que dejó el maíz temprano de la anterior campaña, el tardío ganó participación en el área. Sin embargo, hay una tanda del tardío (sembrado en la primera quincena de diciembre) que fue muy golpeada: la ola de calor lo agarró en plena floración. Hay situaciones muy divergentes, con zonas que han logrado minimizar el impacto y están muy bien y otras en las que los problemas se están tornando evidentes.