El presidente de la Amia, dijo que la «herida sigue abierta sangrando», y que la falta de resolución de la causa es un deuda de la democracia.
Luego de dos años de ausencia por la pandemia de coronavirus, los carteles con el rostro de las víctimas volvieron a alzarse frente a la Amia para exigir justicia.
El acto central en conmemoración de las víctimas del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia) empezó pasadas las 9.47 frente al edificio de la calle Pasteur 633, en el barrio de Once.
A las 9.53, los familiares de los muertos levantaron las pancartas con las fotos de sus seres queridos, mientras se escuchaba la sirena en conmemoración a las víctimas.
Sobre el escenario, en Viamonte y Pasteur, se colocó un cartel que decía “Volvimos a Pasteur”, tras dos años de haber adoptado la modalidad remota a raíz de la pandemia.
Durante su discurso, el presidente de la Amia, Amos Linetzky, sostuvo que a 28 años del atentado terrorista contra la mutual judía “la herida todavía sigue sangrando” y advirtió que la resolución del caso es “una de las grandes deudas de nuestra democracia”.
Después de la sirena que sonó a las 9.53, hora en que detonó la bomba el 18 de julio de 1994, y de que se nombrara uno por uno a los 85 fallecidos, Linetzky tomó la palabra, tras asumir el mes último como nuevo presidente de la entidad.
Recordó que “según el calendario gregoriano, cada 28 años todas las fechas se repiten exactamente, es decir que el calendario de este 2022 es idéntico al de 1994”, y afirmó que 28 años después “la herida todavía sigue sangrando”.
También fueron oradores Ana Weinstein, sobreviviente del atentado, y tres familiares de víctimas fatales: Sofía Guterman, mamá de Andrea; Jennifer Dubín, hija de Norberto; y Marina Degtiar, hermana de Cristian.
Se acercaron hasta el lugar el secretario de Culto, Guillermo Oliveri; el ex embajador en China Diego Guelar y los diputados nacionales Ricardo López Murphy, Facundo Manes, Fernando Iglesias Margarita Stolbizer, entre otros referentes del oficialismo y la oposición.
Recuerdos del horror
Ana Weinstein, una de las sobrevivientes de atentado contra la AMIA, recordó hoy el día en que su vida “cambió para siempre”, al cumplirse 28 años del ataque terrorista, y volvió a exigir justicia “en nombre de todas las víctimas” durante el acto central frente al edificio de la calle Pasteur 633, en el barrio de Once.
“El 18 de julio de 1994 fue un lunes como hoy. Un día que creí que sería muy similar a cualquier otro lunes, en el que iba a retomar los preparativos para la celebración del 100 aniversario de Amia, pero ese lunes no fue un día más. Fue el día que mi vida cambió para siempre y me convertí en blanco del terrorismo de odio”, expresó Anita frente a los familiares de las víctimas y muchos otros presentes que se congregaron presencialmente a conmemorar esta fecha.
La mujer dijo sentir “una terrible emoción” en el aniversario y recordó que ese día había ingresado a su oficina ubicada en el segundo piso a trabajar con junto a su colaboradora Mirta Strier, cuando se dirigió a la parte trasera del edificio para hacerle una consulta a un colega y eso “hizo la gran diferencia”.
“Apenas unos instantes después se escuchó una fuerte explosión, empezaron a caerse materiales del techo, una intensa oscuridad cubrió de polvo y dificultaba respirar. De las ventanas se escucharon caer cristales quebrados, pánico y gritos. Mi pensamiento fue ir hacia Mirta. Quise volver, pero alguien tomó mi mano y me dijo que no siga más porque no había más piso para pararse”, rememoró,
Una vez que los sobrevivientes lograron salir de los escombros a la calle, Weinstein pidió un teléfono para llamar a su marido y “decirle que estaba viva”.
“Conmocionado, me dijo que lo espere en la puerta de AMIA. Mi respuesta fue ‘No hay puerta, no hay AMIA, no hay nada’. Como si todo mi mundo se hubiese derrumbado”, expresó.
Fue en ese momento, viendo la devastación del edificio y los otros linderos, que Anita recuerda que tomaron consciencia del “enorme impacto de este atentado devastador y criminal, planificado y perpetrado por gente dispuesta a matarnos” y la “agonía terrible” que sintió al pensar en todas las víctimas.
“Al día siguiente y los posteriores seguí yendo a la sede provisoria donde la AMIA reanudó su trabajo. Tenía que recibir a familiares de las víctimas, organizar numerosos voluntarios que empezaron a llegar. Necesitábamos enfrentar el dolor por la injusta ausencia de las victimas”, afirmó.
Tras recordar que emprendió esas tareas porque “no quería” que los responsables del atentado “se salieran con la suya”, finalizó: “Señores terroristas, conmigo sepan que no pudieron. Sigo viniendo a la AMIA ahora como voluntaria y, en nombre mío y de todas las victimas, vuelvo a exigir justicia”.