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Industriales proponen «un golpe de timón» para enderezar el escenario.

 

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Hay una caída significativa en la venta de maquinarias producto de la sequía y crisis económica. Aunque se trata de un sector que viene de un 2022 con retrasos en entregas para el presente ciclo anual, preocupa el riego en los empleos hacia fin de año en caso de que no se pueda enderezar el barco.

 

“En la agroindustria existe cierta preocupación por el momento que está viviendo el sector, especialmente ante la crisis económica y los efectos de la sequía. Quisiera poner esta afirmación en contexto: cerramos un 2022 positivo, es decir que en ese momento el plazo de entrega de los equipos vendidos era de cinco meses en adelante Los efectos de la sequía arrancaron para este sector justamente en el segundo semestre del año pasado, lo cual nos permitió tener un año récord.”, sostuvo Eduardo Borri, presidente de la Cámara de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFMA).

 

“De esta manera, 2022 superó prácticamente en un 10% las ventas del 2017, que había sido récord por lo menos de los últimos 10, 20 años. Entonces, parado sobre esa base, ya arrancamos este 2023 con muy baja cantidad de ventas, hay quienes hablan de una caída del 50%, otros del 80%. Nuestro objetivo es pasar este período lo más rápido posible, que la sequía finalice y que volvamos a tener un 2024 similar a los años anteriores.”

 

Dentro de este panorama, Borri señala que existe mucha preocupación en el sector porque las fábricas han invertido, han tomado gente, han capacitado y la intención es seguir creciendo, y no poner los puestos de trabajo en riesgo.

 

“En los últimos 3-4 años los fabricantes nacionales de maquinaria agrícola incorporamos alrededor de un 40% de personal, partimos de unos 26.000 puestos en el 2019 y hoy tenemos en la cadena de valor alrededor de 40.000 colaboradores. Esto significa que si uno aplica matemática pura ante una caída de un 50% en las ventas, si esto se prolonga por mucho tiempo, lo que está en riesgo es eso, todo lo que generamos en los últimos años”.

 

“La mayoría de las fábricas argentinas están localizadas en el interior, en donde el tejido social es muy fuerte, hay un estrecho vínculo con nuestra gente, entonces desprenderse de un colaborador que nos costó muchísimo conseguir, formar, arraigar – porque no hay tanta gente disponible en el interior – nos obliga a enfrentar el riesgo de desprenderse de ese recurso humano que tanto costó para después, tal vez el año próximo -cuando pase esta situación de la sequía -, volver a incorporarlo. Es realmente problemático tener que pasar por esta incertidumbre, tanto para el empleado y los equipos de trabajo, como para el fabricante”.

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