En un mundo que exige sustentabilidad, la ganadería vuelve a demostrar que, mediante estrategias de manejo planificadas, es posible fijar carbono y mejorar la salud del suelo.
Para esto, es clave realizar un ordenamiento del manejo ganadero, de acuerdo a las características propias de cada ambiente. Especialistas de INTA divulgan las ventajas del pastoreo planificado para ser más eficientes y sustentables. El caso exitoso del Establecimiento “La Emma” en Cuenca del Salado, Buenos Aires.
De acuerdo con José Otondo, “la planificación del manejo de pastoreo permite utilizar de la manera más eficiente, desde el punto de vista productivo y ecológico, cada uno de los potreros”.
Para esto, el especialista consideró “clave” armar un esquema organizado y planificado de rotación de los potreros, de manera tal de dar los descansos necesarios a cada tipo de pastizal en cada época del año. “Hay que identificar la heterogeneidad de pastizal y darle mejor manejo a cada uno, así como conocer el ambiente en el que se desarrolla la actividad, entender cómo se desarrolla y, en base a eso, diseñar una estrategia”, recalcó.
En esta línea, explicó que el equipo de especialisas en pastizales al que pertenece, estudia y evalúa 13 establecimientos ganaderos que buscan incrementar la productividad de un modo más amigable con el ambiente. Entre ellos, está el Establecimiento “La Emma” en Pipinas, Cuenca del Salado, Buenos Aires.
“Como en los otros establecimientos, realizamos una evaluación anual de la evolución del estado de salud de los pastizales que tiene el campo, el ritmo de recuperación de las especies nativas, así como lo que sucede en el suelo y el análisis de indicadores como el stock de carbono”, detalló Otondo.
En 2018, en “La Emma” se descartó el manejo convencional –que implicaba el reemplazo de pastizales por pasturas y cultivos con el consecuente uso de insumos químicos–, al tiempo que se comenzó con una planificación del pastoreo.
En este sentido, Ezequiel Sack –dueño y fundador del establecimiento “La Emma”– se refirió a la transformación que realizaron en el campo y aseguró que se basó en “desaprender” para tener una nueva mirada. “Entendimos que teníamos que empezar a nutrir dos sistemas: a los animales y al suelo”, reconoció.
Y agregó: “Fruto de ese aprendizaje, hoy contamos con una sensibilidad que nos permite una mayor interpretación y manejo de los ciclos de la naturaleza, las estaciones climáticas y la manada de herbívoros. Todo este planteo, antes, se simplificaba al uso de insumos químicos”.
En este proceso, el trabajo articulado fue clave: “Tuvimos una excelente experiencia, fruto del compromiso de los técnicos involucrados”, destacó y recordó que no dudó en acercarse al organismo en busca de respuestas para su inquietud: saber el impacto en los suelos del manejo ganadero convencional.
“Hubo un replanteo en “La Emma” –detalló Otondo–, a partir del cual, vimos una marcada tendencia positiva en aquellos suelos más intervenidos y con pastizales muy degradados. Mientras que, en los potreros que tenían poca intervención, la modificación y recuperación es más lenta, posiblemente porque hay menos daño”. Y agregó: “Vemos una recuperación de las especies nativas que le da una mayor estabilidad al sistema ganadero”.
El rol de la planificación del pastoreo
Según Otondo, es “fundamental” tener en cuenta cuestiones eco fisiológicas de cada comunidad del pastizal. Es decir, dar un manejo especifico diferenciado, de acuerdo a la época del año, respetando los tiempos de pastoreo y descanso necesarios y realizando, además, pastoreos estratégicos puntuales.
Así, los potreros con lomas y medias lomas son óptimos para su uso durante el invierno, por producir abundante forraje todo el año por tener especies de invierno y de verano y ser más seguros en casos de inundación. “Allí, es necesario un pastoreo estratégico a fines de verano, que elimine el forraje estival, favoreciendo el recambio por invernales que iniciarán su nuevo ciclo y proveerán de comida al ganado”, explicó el técnico.
Este manejo de recambio se hace a la inversa en los potreros conocidos como bajos dulces, que son los sectores que permanecen encharcados en gran parte invierno y están dominados por especies de verano de muy buena calidad nutricional. Por esto, son excelentes productores de forraje a la salida de primavera y durante el verano.
Finalmente, los bajos alcalinos –conocidos como de “barro blanco” o de “pelo de chancho” – son menos productivos debido a fuertes limitaciones edáficas y están dominados por especies de verano de menor calidad forrajera. Para llevar adelante estos manejos se dividen los potreros, mediante alambrados eléctricos, según el ambiente y oferta de forraje para no más de 3 o 4 días de pastoreo.
En un mundo que exige sustentabilidad, la ganadería vuelve a demostrar que, mediante estrategias de manejo planificadas, es posible fijar carbono y mejorar la salud del suelo.
Revertir el deterioro en los suelos, es posible
En la última década, hubo cambios del uso del suelo que priorizó a la agricultura por sobre las rotaciones agrícolas y la producción ganadera. En consecuencia, se registró una intensificación ganadera en zonas marginales.
“Esto implicó un aumento en la presión de pastoreo sobre la vegetación natural, al tiempo que se reemplazó parte de pastizal natural por pasturas implantadas y se incorporó la utilización de insumos químicos o alimentos concentrados”, relató el especialista del INTA quien también agregó: “El sobrepastoreo deteriora los suelos, provoca la pérdida de especies forrajeras nativas valiosas y la intervención en la provisión de los servicios ecosistémicos aportados por los sistemas pastoriles”.
Para revertir este proceso de degradación, es clave una planificación del pastoreo. “Hay que mantener el suelo cubierto y favorecer la fijación de carbono, ser eficientes en el uso de energías no renovables, con menos insumos derivados del petróleo y aprovechar las consociaciones con leguminosas en verdeos o cultivos de cobertura”, recomendó Otondo.