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Aprestos. El peronismo entrerriano no escapa a la disyuntiva sobre cómo posicionarse frente a Macri y el sector que no comparte la estrategia de Bordet empieza a mostrarse. Varisco tiene dificultades en el Concejo

El exgobernador Sergio Urribarri encabezó la semana pasada un acto partidario en el Departamento Tala. En el marco de un perfil cada vez más alto, el dirigente comenzó a mantener reuniones primero con algunos dirigentes y ahora con militantes. El encuentro, que compartió en las redes sociales, fue de un contenido altamente crítico al macrismo y de un inocultable silencio sobre la gestión de Gustavo Bordet. El tono de Urribarri fue el mismo que el de los dirigentes que adhieren a la consigna «Hay 2019», en referencia a la idea de que no resulta inexorable la derrota del peronismo en las elecciones generales del año que viene al son de la reelección del presidente Mauricio Macri.

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Lo expresado por el exgobernador en ese encuentro es la mirada que comparten los dirigentes justicialistas que se dieron cita a principios de febrero en la Universidad Metropolitana del Trabajo, la que explican el intendente de Resistencia Jorge Capitanich y el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá, entre otros. Allí se encolumnó Urribarri marcando un quiebre con la postura que había mantenido durante los dos primeros años de gestión y que implicaba incluso el respaldo explícito a todo lo hecho por Bordet, el gobernador peronista que más veces se ha subido al avión de Macri para acompañarlo en giras oficiales, y quien cultiva un perfil de diálogo y trabajo conjunto con el gobierno nacional.

Ya no parece que sea posible entonces escuchar a Urribarri sostener que todo lo que hace Bordet está bien, y menos dar por sobreentendido que podría apoyar la reelección del actual gobernador, salvo el riesgo de caer en una situación de aquellas a las que –justo es decirlo– el peronismo entrerriano nos tiene más o menos acostumbrados. La unidad en la diversidad, o expresiones de esa naturaleza.

Del mismo modo, de no optar por el silencio, no le resultará sencillo a Bordet excluir a Urribarri de ese sector al que ha aludido diciendo que su vigencia terminó en diciembre de 2015, o que deberían hacerse cargo de la derrota a nivel nacional en las presidenciales de ese año. No debería Bordet suponer que podría encolumnar fácilmente al kirchnerismo en la búsqueda de su reelección el año que viene. Más allá de lo que finalmente sucede, se sobreentiende que el actual gobernador debe dar a entender que buscará ser reelecto, cuanto menos para evitar la licuación acelerada del poder. (Lo mismo hizo Urribarri antes de 2011, o hacía Jorge El exgobernador Sergio Urribarri encabezó la semana pasada un acto partidario en el Departamento Tala. En el marco de un perfil cada vez más alto, el dirigente comenzó a mantener reuniones primero con algunos dirigentes y ahora con militantes. El encuentro, que compartió en las redes sociales, fue de un contenido altamente crítico al macrismo y de un inocultable silencio sobre la gestión de Gustavo Bordet.

El tono de Urribarri fue el mismo que el de los dirigentes que adhieren a la consigna «Hay 2019», en referencia a la idea de que no resulta inexorable la derrota del peronismo en las elecciones generales del año que viene al son de la reelección del presidente Mauricio Macri. Lo expresado por el exgobernador en ese encuentro es la mirada que comparten los dirigentes justicialistas que se dieron cita a principios de febrero en la Universidad Metropolitana del Trabajo, la que explican el intendente de Resistencia Jorge Capitanich y el gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá, entre otros.

Allí se encolumnó Urribarri marcando un quiebre con la postura que había mantenido durante los dos primeros años de gestión y que implicaba incluso el respaldo explícito a todo lo hecho por Bordet, el gobernador peronista que más veces se ha subido al avión de Macri para acompañarlo en giras oficiales, y quien cultiva un perfil de diálogo y trabajo conjunto con el gobierno nacional. Ya no parece que sea posible entonces escuchar a Urribarri sostener que todo lo que hace Bordet está bien, y menos dar por sobreentendido que podría apoyar la reelección del actual gobernador, salvo el riesgo de caer en una situación de aquellas a las que –justo es decirlo– el peronismo entrerriano nos tiene más o menos acostumbrados.

La unidad en la diversidad, o expresiones de esa naturaleza. Del mismo modo, de no optar por el silencio, no le resultará sencillo a Bordet excluir a Urribarri de ese sector al que ha aludido diciendo que su vigencia terminó en diciembre de 2015, o que deberían hacerse cargo de la derrota a nivel nacional en las presidenciales de ese año. No debería Bordet suponer que podría encolumnar fácilmente al kirchnerismo en la búsqueda de su reelección el año que viene. Más allá de lo que finalmente sucede, se sobreentiende que el actual gobernador debe dar a entender que buscará ser reelecto, cuanto menos para evitar la licuación acelerada del poder. (Lo mismo hizo Urribarri antes de 2011, o hacía Jorge Busti amagando con la reforma que le permitiera su reelección antes de las legislativas de 1997 y de 2005).

También hay que decir que Urribarri en sí mismo no es el problema, ya que de hecho no construiría para sí, dado que la primera interpretación de la Constitución provincial tras la reforma de 2008 lo excluye de la posibilidad de ser candidato. El tema es el conjunto de peronistas entrerrianos que puedan compartir su diagnóstico y la percepción de su crecimiento a raíz de las políticas nacionales.

Hace una semana el senador oficialista Ángel Giano sostuvo que el peronismo entrerriano «preferiría un gobernador que se diferencie más» de la administración de Macri, pero explicó que eso no va de la mano con la intención de preservar a «90.000 familias que dependen de una buena administración». Planteó además como dato saliente la buena imagen que tiene el gobernador en la sociedad en general, en lo que podría entenderse incluso como una suerte de desplazamiento de la base de apoyo electoral a sectores menos politizados, e incluso votantes de Macri. Urribarri no puede ser candidato y aparece hoy más vinculado a una agenda judicial que a otra cosa, pero eso no le impide participar de un armado polí- tico junto a otros sectores que incluyen a intendentes que viajan a San Luis o a Resistencia para hablar con referentes del Hay 2019.

Estos datos –que tal vez no resultan tan novedosos a los avezados de la política– son interesantes especialmente a los fines de analizar la reforma electoral en Entre Ríos y las posiciones que surjan en torno de un proceso que, si bien es abierto a recibir aportes, hasta ahora parece consolidado en la idea de la implementación de la boleta única como forma darle «legitimidad» a la expresión de la voluntad popular, ha dicho el gobernador.
Los críticos de este mecanismo apuntan, entre otros aspectos, a que reduce aún más la presencia del partido político en la propuesta electoral que llega a los ciudadanos de a pie. Para el bordetismo el desafío pasa por convencer de la necesidad de respaldar al gobernador en su relación con el macrismo para consolidar un ordenamiento de las cuentas provinciales y un estilo que se diferencia del nacional en aspectos sensibles como la preservación del empleo público.
La idea es llegar a 2019 con un peronismo entrerriano unido en torno la figura del gobernador y potenciar así la gestión como principal carta de triunfo. Algo parecido a lo que ocurrió en las legislativas del año pasado, cuando la victoria de Cambiemos fue abrumadora en la provincia. A diferencia del año pasado, cuando muchos dirigentes peronistas entendían que no había alternativa al planteo del bordetismo; ahora hay sectores que piensan distinto; lo que demandará más esmero a los coroneles del gobernador. Segundo round en el Concejo El Concejo Deliberante de Paraná vuelve a ser escenario de intrigas, que parecen ya no serlo tanto. La viceintendenta Josefina Etienot sumó a su sector a dos concejales que integraban hasta hace poco la mayoría varisquista.
Desde aquella pelea que protagonizó con las mujeres del bloque de Cambiemos («Yo no me acosté con nadie para llegar a este lugar», dijo) la alianza de la presidenta del Concejo se consolidó con los ediles peronistas. Si bien el varisquismo siempre sostuvo que el eje del acuerdo era el manejo de la caja del Concejo (contratos y otros recursos), no se le podrá atribuir a Etienot no haber sostenido su postura, generalmente enfrentada con la del Ejecutivo que encabeza Sergio Varisco. Anunciada desde el Concejo como la hora de las mujeres, Etienot comunicó su apoyo para que la radical varisquista Elsa Ermácora sea vicepresidenta del cuerpo y dijo que esa postura cuenta con el aval de la mencionada y de Santiago Gaitán (peronista en Cambiemos). Así, desplaza de esa vicepresidencia al macrista Emanuel Gainza, de fluida relación con el varisquismo gobernante.
Así las cosas, el oficialismo municipal no ahorra críticas en los pasillos. De Ermácora dicen que intenta hacer caja en los últimos años de gestión, dado que sabe que su proyección política es nula. Atribuyen a quien fuera secretaria privada de don Humberto Varisco y una de las fundadoras del MUR el mote de traidora por interés económico. Algo parecido dicen de Gaitán, aunque en este caso con una dosis de autocrítica. «El que compra a un traidor, tiene un traidor», se escucha en los pasillos en referencia al exsenador bustista por el Departamento Paraná. En el golpe a golpe, no habría que extrañarse que el próximo round sea el intento de recambio del secretario del Concejo. En su momento Etienot designó en el cargo a su socio en su estudio jurídico, y los concejales no hicieron valer la posibilidad de ser ellos quienes decidieran el nombre del funcionario. Ahora el varisquismo podría ir por el recambio del secretario, lo que permitirá además saber cómo es la verdadera relación de fuerzas en el recinto, un dato importante para gobernar lo que resta del mandato, mucho más para un intendente que se anota en la carrera por la gobernación para 2019.
(Carlos Matteaoda diario Uno)

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